LM. Karla Paola González Bueno. Docente CMUCH
MNR. Claudia Pamela González Bueno. Investigadora titular de la Maestría en Neurorehabilitación
Actualmente, la expresión artística muestra infinitas posibilidades de usarse como herramienta terapéutica profesional, considerando la necesidad de difundirle como medio de potenciación de habilidades y objetivos centrados en la persona, desde la perspectiva de la inteligencia emocional. El objetivo principal de la inteligencia emocional, es abordar constructos psicológicos donde se espera que cada individuo tenga la capacidad de manejar sus propias emociones, así como las de otras personas, de tal forma que, al llegar a ser profesionales, muestren sensibilidad ante las necesidades y experiencias de los demás. Es así, como la música, arte y medio de expresión indispensable en la vida humana, puede vincular los conceptos terapia e inteligencia emocional, por medio de diferentes programas enfocados en la formación de profesionales sanitarios que se encuentran en constante contacto con individuos vulnerables, y vulnerados por involucrar en su vida, al fenómeno complejo de la discapacidad, es entonces cuando se habla específicamente, de los terapeutas físicos.
El propósito de obtener profesionales en Terapia Física con mayores competencias emocionales, para un mejor desempeño de sus funciones desde una visión más humana, empática y asertiva, mira hacia la perspectiva de que la discapacidad, como fenómeno complejo, requiere no sólo de la intervención por medio de estrategias rutinarias y estructuradas centradas únicamente en deficiencias, sino del abordaje integral desde un enfoque centrado en la persona, partiendo de potenciales neuroplàsticos y holísticos que muestren un panorama no sólo realista, sino optimista hacia objetivos de vida completamente nuevos; por tal motivo, el Terapeuta Físico debe mostrar habilidad instrumental y emocional para regular y dirigir programas que consideren al arte, entre ellas la Música, como parte de la vida, tanto de éste como profesional sanitario, como del individuo que requiere atención.
“Somos criaturas musicales de forma innata desde lo más profundo de nuestra naturaleza… No existe casi ninguna parte del cerebro que no se vea afectada por la música”. (Stefan Koelsch, Berlín, Redes No. 105)
Al asociar Música, Terapia Física e Inteligencia emocional, podemos identificar de forma casi inmediata, que la música, como arte y medio de expresión, proporciona una estimulación a nivel cognitivo y perceptual que además sensibiliza al auditor por sus componentes armónicos, vinculados a emociones y sensaciones que evocan respuestas cerebrales óptimas para la adquisición de mejoras en las funciones mentales superiores. Por otra parte, éstas funciones mentales superiores, podrán ejercer una estimulación directa en la capacidad de regular acciones desde el autoconocimiento y autopercepción, para adquirir competencias desde la inteligencia emocional, potenciando inteligencias múltiples en función de desarrollar la creatividad necesaria para ejecutar intervenciones terapéuticas funcionales, empáticas y asertivas, centradas no sólo en la persona, sino en su contexto.
La música como profesión interdisciplinaria ha buscado el desarrollo y estimulación no sólo de la Inteligencia Emocional, sino todas las Inteligencias. De presentar un ejemplo práctico que resalte el vínculo entre Música, inteligencia emocional y Terapia Física, podría mencionarse al programa Arte Sofía creado en Chile en el año de 1997, que utiliza una herramienta pedagógica específica llamada escucha interactiva para la potencialización de las Inteligencias.
A través del tiempo, tanto la Terapia Física como la Música han contribuido al desarrollo del ser humano. Ambas influyen en el organismo, en las emociones y la conducta, y son, por lo tanto, susceptibles de ser utilizadas con fines de mejoramiento de la condición humana y su unión origina una disciplina profesional que se ha denominado musicoterapia, es decir, terapia a través de la música. Su implementación como recurso terapéutico radica en lo que se conoce y ha estudiado acerca de las reacciones cerebrales desencadenadas por la escucha musical. En un cerebro normal existe una amplia red de zonas involucradas con la percepción auditiva, procesamiento del lenguaje, atención y memoria de trabajo, memoria episódica y semántica, función motora, emociones y circuitos de recompensa asociadas con el procesamiento de la música que escuchamos. Esta amplia red incluye áreas en forma bilateral como regiones temporal, frontal, parietal, cerebelo, límbicas y paralímbicas respectivamente. Sin embargo, ésta perspectiva establece una relación eminentemente terapéutica en cuanto a recurrir a la Música como medio terapéutico, donde el movimiento debe acompañar a la percepción musical, para el posterior desarrollo perceptual de otras habilidades, destacando a la inteligencia emocional como parte del proceso.
El desarrollo de competencias en inteligencia emocional, requiere de un esfuerzo educativo que proporcione todas las herramientas necesarias para comprenderla y aplicarla, considerando en primera instancia a quien será promotor de la atención, para después proyectarla hacia los demás.
La escucha musical, nos permite percibir respuestas que vienen acompañadas de un componente emocional, haciendo que el auditor se “sienta” de una manera determinada por la evocación de recuerdos específicos, o abstracciones imaginarias. Por ésta razón, se observa que la Música provoca emociones que generan bienestar en nuestro cuerpo.
Para finalizar éste escrito, es importante destacar ciertas conclusiones relevantes, que son el resultado de un profundo análisis derivado de las conceptualizaciones previas en torno al uso de la escucha musical para que el terapeuta físico pueda desarrollar competencias basadas en inteligencia emocional.
En primera instancia, recordemos que la Música es considerada como arte, ciencia y lenguaje universal; es un medio de expresión sin límites que llega a lo más íntimo de cada persona. Puede transmitir diferentes estados de ánimo y emociones por medio de símbolos e imágenes desde un sistema referencial que libera la función auditiva tanto emocional como afectiva e intelectual. Escuchar y “hacer” música desarrolla la sensibilidad, la creatividad y la capacidad de abstracción o análisis que necesita el terapeuta físico. De ésta forma, no sólo cumple una función estrictamente educativa cuando hablamos de aprendizajes musicales, sino que también cumple otros fines. Nos propicia a descubrir nuestro propio mundo interior, la comunicación con “el otro” o “los otros” y la captación y apreciación del mundo que nos rodea. Nos permite ser empáticos y entender del “sufrimiento” que genera el padecer una discapacidad.
Además, al desarrollar la conducta musical de escucha, disciplinamos la mente y las emociones, forjamos hábitos de atención y respeto, al tiempo que agudizamos nuestra capacidad de concentración, esto, como recurso pedagógico presenta oportunidades para maximizar procesos de aprendizaje significativo. Entre otros beneficios, la música nos moviliza y nos dirige a determinados procesos psicomotrices, que afectan directamente a nuestro mundo emocional, además de la actividad motriz, provocando situaciones de alegría o de integración, estimulando a la vez, las capacidades de abstracción, relacionadas positivamente con el desarrollo de los aprendizajes matemáticos y la visión espacial.
Por último, bajo la perspectiva de que la educación en Terapia Física va más allá de enseñar contenidos teóricos y prácticos exclusivos para la profesión en un sentido estricto como ejecutantes, debe percibirse la importancia de que los alumnos reconozcan sus emociones y sus sentimientos en aras de conseguir una buena actitud para el aprendizaje, por medio de intervenciones didácticas basadas en programas de inteligencia emocional a través de la música. Esto permitirá reforzar o desarrollar competencias tales como: autoconocimiento, autonomía, escucha, autoestima, comunicación, habilidades sociales; quedando la asertividad como aspecto indispensable en el aprendizaje. Es por ello, que se aconseja la puesta en práctica de programas de educación emocional en instituciones formadoras de profesionales de la salud, no sòlo en Terapia Física, sino en todas las ramas de la Rehabilitación integral, debido al desarrollo de habilidades que promueven.
“Mi cerebro se inflama cada vez más y si no me molestan, mi tema se amplía, se define, se construye y luego se erige por entero delante de mí, completamente terminado, de modo que puedo abarcarlo con una mirada, como un cuadro o una estatua. No escucho una tras otra las partes de la orquesta, sino todas juntas…” (Wolfgang Amadeus Mozart)